¿Cómo vivirías o qué harías si te dijeran que hoy es tu último día?

Caraota Digital
6 Min de Lectura
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Por María Laura García 

Solemos vivir como si fuéramos a hacerlo para siempre y pensamos solo a ratos que el tiempo es el recurso más valioso que tenemos ¿Qué cambios harías en tu vida si te dijeran que por no cuidarte te queda un mes de vida? ¿Qué le dirías a los que amas? ¿Qué cosas harías o dejarías de hacer?

Se que todos, para poder “vivir” nos vemos obligados a hacer muchas, pero muchas cosas a la vez: tenemos varios trabajos; debemos ser muy competitivos y formarnos más allá de lo que podemos; tenemos que esmerarnos en el cuidado personal, tanto en lo que comemos, en cómo nos ejercitamos, así como en el tiempo que dedicamos al ocio; ya que el exceso de estrés, de situaciones rudas, de competencia, de desconexión emocional, más la merma de espacios de libertad, de contacto con la naturaleza y de empatía, nos han sumergido en una vorágine que nos impide existir desde lo esencial y verdaderamente necesario.

Pero volviendo a las preguntas, que me hago para tener presente y no olvidar el cómo debo y debemos vivir, para que, cuando nos toque el momento de las despedidas no sintamos ese vacío o sabor amargo que deja el NO HABER HECHO HONESTAMENTE LO MEJOR, pues pensábamos que tendríamos el tiempo suficiente o porque dábamos por sentado que la salud y los afectos siempre estarían allí.

La expresión «solo valoramos a la gente cuando las perdemos» significa, repito, que no apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Por ello, los invito a que seamos intensos en el accionar, pero con la conciencia de conectar y abrir nuestro corazón al mundo sin sentirnos dueños de nada, creo que humildemente, allí está la clave. La prisa puede hacernos olvidar detenernos en los hermosos detalles que nos rodean.

De forma automática, y este es el gran enemigo a derrotar, minuto a minuto, nos acostumbramos a lo que tenemos, por lo que las personas, relaciones o sus cualidades pasan a ser algo «rutinario y común». Por tanto, no somos lo suficiente agradecidos ni consecuentes con nada ni con nadie.

Muchos caemos en el desprecio de las personas, de sus posesiones, e incluso de su salud, debido a la familiaridad que se genera en nuestras vidas, solo sabemos lo que significa sentirse bien, hasta que comenzamos a sentirnos mal y dicho malestar nos impide trabajar, hacernos una simple arepa o disfrutar de una amena conversación.

¿Cómo hacer de la valoración un ejercicio permanente? Acciones clave…

Valora a las personas cuando las tienes, no esperes a perderlas, eso implica promover sus intereses y respetar sus elecciones, es decir, quererlas como son y lo que representan en tu vida, cómo la mejorar a diario.

Comienza a prestarle atención a todo aquel que te rodea y analiza todo lo que de valor te aportan cotidianamente antes que sea demasiado tarde.

Haz lo mismo, con tu salud, con tus habilidades, con lo material que disfrutas o tienes por pequeño que sea, hasta el estado del tiempo, los días soleados o nublados.

Valora a tus amigos, a tus jefes, compañeros de trabajo y tu oficio, pero también valora tus capacidades y hasta tus defectos. El hecho, por ejemplo, de tener la capacidad para valerte por ti mismo, tu independencia intelectual, física y económica. Valórate, pues el respeto que deseas recibir comienza en el reflejo que ves de ti en el espejo.

Lo más justo seria saber ofrecer también lo mejor de nosotros mismos a las personas que amamos y a cualquier ser que nos rodee, porque además, se trata de hacerlo en el “aquí y ahora”, sin esperar un mañana y sin dar nada por sentado.

Es hora de tomar el control del tiempo…

Lo queremos todo y lo queremos ya, esto nos lleva a existir desde la superficialidad olvidando los beneficios de vivir despacio, disfrutando de la compañía de los demás y de los pequeños placeres.
Si toda la atención se focaliza en el trabajo, en la necesidad de superación o de conseguir y acumular bienes materiales, el valor de ese amor más puro de las relaciones personales se resiente y nos arrepentimos solo cuando perdemos a alguien querido, cuando perdemos lo material que con tanto esfuerzo conseguimos o al enfermarnos.

Reflexiona, si mantenemos este estilo de vida, sin hacer las debidas pausas, acabaremos perdiendo aquello que de verdad consideramos importante.

Aquí cobra sentido eso de “Valora a las personas cuando las tienes”. Porque si sigues esperando, tal vez luego sea demasiado tarde. La prisa es el mayor enemigo de la conciencia plena. Por ello, vale la pena reducir el ritmo y mirar lo que tenemos delante de nosotros.

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